En los que lo único que oyes es tu respiración fallando por momentos, tu corazón latiendo a mil por hora, tus pasos sobre el suelo mojado.
En los que lo único que hueles es la humedad del tartán mojado.
En los que lo único que sientes es el ardor de tu pecho, el peso de tus piernas, el frio viento soplando contra tu piel.
Y aún así, sigues corriendo.
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