Por mucho que lo busques en un diccionario, hasta que no te enamoras, jamás sabrás bien lo que es. No es tan perfecto como pintan las películas americanas, ni tan efímero como dice Alex Ubago en sus canciones.
La RAE define el amor como “un sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”. Ojalá fuera así de sencillo.
No está mal la definición, lógicamente; cuando te enamoras notas más que nunca tus propios defectos, aunque esa persona te diga constantemente que eres perfecta. Necesitas a ese “ser” más de lo que necesitas oxígeno. Y cruzarías el Sahara descalza con tal de sentir su presencia, aunque solo fuese para unos instantes.
Pero a los de la RAE se les ha olvidado mencionar una cosa: duele. Duelen las despedidas. Duele la distancia. Duelen las heridas que te dejan las peleas y los comentarios tontos. Duelen los celos. Duelen las rayadas, esas que te pasan por la cabeza en las noches de insomnio.
Pero da igual. Todo eso da igual. Estás enamorada.
Y cuando estás junto a esa persona, se te olvidan las despedidas, los kilómetros, las peleas, las lágrimas, las noches sin dormir. Se te olvida que hay guerra en Iraq, que España ganó el Mundial, que el jueves tienes un examen de matemáticas. Se te olvida todo. En el mundo no existe nadie más que vosotros dos. Y aunque el tiempo vuele, para vosotros es casi como si no pasara. Sientes una felicidad insuperable, no puedes dejar de sonreír.
Y es entonces cuando te das cuenta de que el amor es algo que jamás podrás conocer a través de un diccionario.
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